Muchos de nosotros pensábamos que el día en que se nos sustituyese por un robot no lo verían nuestros ojos. Nos imaginábamos una escena en la que nuestro jefe nos presentaba a una especie de C3PO de Star Wars y nos invitaba a recoger nuestras cosas por no ser ya necesarios nuestros servicios. ¿Y si ese día no llegase nunca? No porque se deje de lado la Robótica como ciencia sino porque el robot ya está aquí. No tiene que venir. ¡Eres tú!
Robots, autómatas, se entendían como seres capaces de repetir tareas repetitivas de una manera impecable, sin errores. Por ello, la evolución natural de los procesos en las empresas irían acompañados de una sucesiva pero imparable incorporación de los robots. También se entendía que las tareas de mayor valor añadido siempre quedarían en manos de las personas, que el factor humano siempre prevalecería.
La primera parte de la anterior reflexión parece destinada a cumplirse. Nosotros mismos nos hemos encargado de ello. Primero, rebajando nuestro valor y aceptando un rol cada vez más plano. De hecho, repetimos tareas. Pero con errores.
El principal error, no obstante, ha sido el de capitular con la devaluación del capital humano como estrategia empresarial. La automatización de los procesos de bajo valor añadido es aceptable que se mecanice. El problema viene cuando somos nosotros los que perdemos valor, siendo incapaces de observar el cambio y de adelantarnos al mismo, poniendo en juego nuestro talento y tomando las riendas de nuestro futuro.
Ridley Scott retrató una sociedad en Blade Runner en la que los replicantes aparecían como una versión mejorada de los humanos. En la historia, al final eran demasiado listos y conscientes de su superioridad sobre los humanos. Nos parecía chocante.
En esencia, el desafío a nivel individual es permanecer activo, tomar la iniciativa y adquirir herramientas que nos ayuden a ser más valiosos. No para esta o aquella empresa. Más valiosos a nivel personal y profesional. Puede que así incluso seamos nosotros los que deseemos buena suerte a C3PO y a nuestro jefe.
Las empresas tienden a incorporar a los procesos de toma de decisión a personas con perfiles tradicionalmente ajenos a ese mundo: artistas, diseñadores, personas con perfil creativo.
El Visual Mapping y el Pensamiento de diseño nos ayudan a desarrollar una conexión entre ambos hemisferios cerebrales, a incrementar nuestra inteligencia lateral y a desarrollar propuestas y soluciones fuera de lo ordinario. A desafiar lo establecido. A desafiar incluso el camino profesional que pensábamos era el ideal para nosotros.
Quizás algo mucho mejor nos está esperando. O no, pero ¿a qué merece la pena el viaje? La alternativa es convertirnos en alguien dócil que hace muy bien lo que le encargan. Hasta que dejen de encargárnoslo…
Decía Johan Cruyff que los cambios hay que hacerlos cuando nos va bien. Cuántas empresas o negocios viven ajenos al cambio y se enfrentan a una disminución inmisericorde de sus ingresos sin encontrar una explicación. El entender nuestro valor en una organización, o el del servicio que proveemos en un desafío de mejora constante, dominando las herramientas que nos ayudan a ello nos permite anticipar y encontrar las claves para desarrollarnos en un ecosistema cambiante.
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